viernes, 28 de septiembre de 2012

Réquiem en la calle

réquiem.
(Acus. de sing. del lat. requies, descanso).
1. m. Composición musical que se canta con el texto litúrgico de la misa de difuntos, o parte de él.

Hoy queremos dedicar este post a una vida y una muerte en la calle. Estas humildes palabras estan dedicadas a vos. Tal vez mientras escribimos estas lineas nos mires con ternura desde el cielo. Estos son los versos que queremos dedicarte.

Nuestros primeros encuentros fueron muy parecidos a los últimos. Un sabor marinado entre la tristeza y la resignación. Pudimos percibir tu dolor gracias a lo que en algunas compartidas nos regalaste. Ese dolor con olor a abandono y fe. Dolor con el cual lloramos cuadras después. 

Siempre recordaremos tus recitados de memoria en los que invocabas a la virgen para tu protección. Recordaremos tus lágrimas sinceras de un hombre que sufría los avatares de una enfermedad que le saco sus ultimas gotas de salud. 

Nuestro recuerdo vive en nosotros y por ello vos vivís. Estas palabras buscan exorcizar la pena de tu partida esperando que ahora te encuentres en un lugar mejor y hayas cambiado aquella caja de vino de almohada por una mas confortable.

Manteca, que descanses en paz

martes, 25 de septiembre de 2012

Con una rubia en el colchon

Como presupone el titulo, este posteo es un poco mas relajado sin dejar de reflejar nuestras experiencias de la calle. Y en nuestros encuentros, tenemos charlas conmovedoras, confesiones desgarradoras pero tambien alguna situaciones que escapan a nuestra compresion y son de rico valor anecdotico
En una de las salidas sumergidos en una noche fría, tan solo iluminada por las luces anarajadas de la calle, caminabamos en busca de una ranchada (luegar donde duermen una o varias personas en situacion de calle) formada hace ya varios meses. Al arribar encontramos los tipicos colchones arrojados sobre el suelo y varios cartones que formaban reparo de una noche ventosa. Sobre el colchon se encontraban los chicos que buscabamos, fumando. Hasta este momento de la narracion parece ser un encuentro mas que abordamos en cada salida. Pero esta narracion se vuelve mas exentrica cuando hallamos con gran sorpresa a una mujer de unos 25 años, rubia, ojos celestes, colageno en los labios, vestida con una remera roja escotada y pollera. Metida ahí en el medio de la ranchada. Nuestra sorpresa fue grande, tan grande como debe ser para usteder querido internauta. Al principio pensamos que era una chica de otro grupo que también recorre el barrio. Cuando nos acercarnos a saludar, ella extiende su mano y dice:
- Hello, how are you? Mi name is Sonny
...
- ahhhh ... Hello. Y nuestro ojos aumentaron su tamaño de manera exponencial.
Luego de saludar a toda la banda nos sentamos con 2 chicos y empezamos a indagar sobre aquella peculiar presencia. Lo unico q nos dijeron fue que aparecio de la nada y luego de cruzar un par de palabras, se ubico en medio de ellos. A nosotros nos costaba aguantar la risa e intercambiábamos miradas cómplices.
Sonny se aproxima hacia nosotros, pone una mano sobre nuestras cabeza y parte de un hombro. Aprovechamos en este acercamiento para preguntar sobre su origen. Esbozamos unas palabras en ingles y la joven responde:
- I am from London ... En realidad soy de Posadas pero estuve estudiando en Inglaterra y ahora que volvi a la Argentina vivo en las Cañitas. Y bueno .. Aca estoy fumando faso con los pibes
Acto seguido, superada la sorpresa y tragando saliva, le preguntamos que hacia aqui y ella nos dijo que le habian robado todo y termino compartiendo con los chicos ... ?! ...
Sonny se aleja de nosotros, camina entre los chicos, les saca una pitada de su cigarrillo de marihuana y se aleja saludando ...
- God Bless you guys!!
. Uno de los chicos concluye con la siguiente frase mientras otros optan por expresar su bronca lanzando diminutas piedras :
- Nos fumo todo, ahora se va y nos dejo re manija!!

Cuando nos íbamos la encontramos tomando vino con otros dos en las escalinatas del atrio. Se nos acerco a hablar de nuevo pero los chicos de la ranchada estaban tirando piedras (En la calle las heridas de amor se pagan corriendo) por lo que decidimos irnos.
Seguimos nuestro camino ,riendo, recordando la cara de indignación de los chicos y la situación mas bizarra que hayamos visto tal vez en todo nuestro tiempo caminando.
Damos gracias de a pesar de tanta miseria de poder reírnos de vez en cuando, risa que nos consolida como amigos que nos consolida como hermanos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Miradas


Que no se diga que se trata de una apología. Pero tampoco podemos hablar así, a lo bestia, sin pensar,
sin ponernos en el lugar del otro. Una vez me dijeron que la mente es capaz de expandirse más allá de los límites que se impone a sí misma. Quizás pasa lo mismo con la mirada; quizás ésta mejora, cuanto más estamos dispuestos a ver.
  La calle no es una vista fácil, mucho menos en estos tiempos. En una misma esquina se ven desde
turistas, a gente comprando, gente caceroleando, gente pidiendo, gente viviendo, gente que va,
gente que viene, más y más gente. Y tanto vemos que nos anestesiamos. Estamos expuestos a tanta
información, tantos estímulos que preferimos no sentir nada… hasta que las imágenes nos pegan de
frente.
¿Qué decimos de estas imagenes? Decimos lo que vemos. “La gente de la calle roba.” “Los pibes son todos pibes chorros.” “Se drogan y se dan con paco y con poxiram.” “Viven de arriba, no van al colegio, no estudian, se escapan de sus casas.” “Mejor tenerlos lejos.” Y muchas veces esa es la reacción más prudente frente a las situaciones desconocidas; después de todo no se trata de ser temerarios sino cuidadosos.
  Hay, sin embargo una realidad paralela que no es tan fácil de ver; y es que ellos, todos los que viven en la calle, nos muestran sólo lo que quieren que veamos. Así es como se protegen. Ellos protegerse de
nosotros? Sí, ellos, de nosotros. Cuando la mirada se amplia, cuando le pedimos a Jesús que nos preste Sus ojos, podemos ver más allá de la dureza, de la prepotencia, de la violencia, de la fanfarronería.
  Muchos chicos que están hoy en el barrio no tienen más de 17 años, algunos son niños todavía. Y ya,
desde temprano, han tenido la necesidad de endurecerse, de hacer crecer en su corazón una costra
impenetrable para evitar más heridas. Muchos de estos chicos vienen de hogares rotos, de familias
disfuncionales (pobreza aparte), son parte de un sistema que condenó primero a sus padres y luego
a ellos. No sólo viven en la calle, viven también en la intemperie emocional y espiritual. Ese tipo de
indigencia no se cubre con mantas o un techo. Ellos se dan cuenta, sienten ese vacío y muchos buscan,
dejar de sentir, evadirse a través del poxi, el paco, las drogas, la violencia.

Ojo, no es una justificación, no estamos avalando el robo, la violencia o la drogadicción; pero es
innegable que son consecuencias de una carencia mayor. Después de todo muchos eligen evadirse
porque eso es lo que aprendieron, es esa la imagen que la calle deja grabada en sus retinas. La calle endurece; tanto su corazón como el nuestro. A veces nosotros mismos nos endurecemos para seguir con nuestras vidas. Es tan palpable el dolor que uno a veces corre el riesgo de salir lastimado.
 De nuevo, esto no es una apología. En todo caso aspiramos a que sea una “radiografía”. Tratamos de
realmente ver, como Jesús nos ve; en profundidad, más allá de lo que se muestra a simple vista. Se trata de reconocer que la realidad es otra y a partir de allí modelar nuestros corazones para enfrentarla; para poder pedirle a Él las herramientas para modificarla. Pero primero, hay que animarse a mirar.


martes, 18 de septiembre de 2012

Dialogo.



-Che pero a ustedes no les jode quedar marcados por la gente como "Pibes Chorros"
-No la verdad que no ¿Sabes? Esta re piola, te da un lugar, un lookeo bárbaro. Te sentís poderoso.
-Dale! ¿Me dicen enserio? ¿No les jode que las gente los mire mal y les esquive?
- Bueno la verdad que corte a veces sí, te sentís re zarpado! Porqué una cosa es cuando vos medio que buscas asustarlos cuando pasan y les gritas "e amigo cuidado" y ahí nomás los ves pegar el saltito, ahí te sentís re poderoso. Pero otra cosa es cuando venis caminado por la calle corte re tranquilo y te miran ahí y cruzan de vereda o agachan la mirada o aceleran el pasado. Ahi sí te sentís re pero re  zarpado, corte que te llenas de bronca y tenes ganas de que al primero te cruza, lo cagas a palos. Siempre me pregunto ¿E que onda amigo tanto miedo me vas a tener?

 Cuando se refieren a "Zarpado" es al hecho de que te arrebaten algo. Queda a libre interpretación de cada uno rellenar de significación ese vacío que sienten los pibes cuando no son mirados. Pero queda claro, que ellos buscan lo mismo que cualquier persona. Reconocimiento, ser mirado por el otro, si bien muchas veces se confunden en el camino y no respetan las libertades del otro a lo ultimo desnudan ese gran dolor de ser rechazados por los demás.. Ahí estamos nosotros para mirarlos..






domingo, 9 de septiembre de 2012

La Enana

La plaza, como siempre, lugar de ranchada, de encuentro y al mismo tiempo de muerte. No va a ser fácil de olvidarse de esa primera vez que la vimos. Chiquita, descalza sobre el asfalto, un asma incipiente y una temperatura de 10 grados centígrados según el Servicio Meteorológico Nacional. Le preguntamos su nombre y nos respondió: Me dicen "La Enana". Con ese dejo de picardía en la mirada y un carácter de aquellos, que la calle se encargó de reforzar, empezamos a charlar. Se había escapado de su casa allá por el conurbano hacía mas o menos un año, un padre asesinado antes de que ella naciera y de lo cuál se entero muchos años después cuando su mamá le contó. Una mentira que evidentemente no fue capaz de procesar, porqué figura en la lista de sus razones principales para alejarse de su hogar. Eso sumado a como dice ella que su mamá "la cambio por un macho".
 Ahora su hogar era la ranchada y ese grupo de pibes como ella los definió su familia. Terminamos esa primer charla con un beso y un abrazo. Nos fue muy difícil no poder sentir ese triste aliento a pegamento pero debíamos seguir caminando, como siempre!

Las charlas prosiguieron con el correr de las salidas, fuimos tomando confianza. Pero hubo una noche que fue crucial en nuestros encuentros con ella. Fue en la plaza Noruega, como siempre! Mientras charlábamos con un grupo de señores. En el medio de la plaza se empezaron a escuchar gritos y se veía a una nenita que le gritaba a una señora -Eh guacha! Dame todo! Si a vos te digo!- Pobre señora! Desconcertada aceleró la marcha. Lo más curioso de esa escena fue que no daba miedo, en los gritos de esa nena se percibía otra cosa. Cortamos la charla con los hombres y nos acercamos, efectivamente era La Enana y esos gritos como presuponíamos eran un llanto convertido en amenaza. Se le resbalaban las lagrimas por la cara. Cuando nos vio, se le escapo una sonrisita entre tanta lagrima. Nosotros totalmente desconcertados le preguntamos que le pasaba. Nos empezó a contar, mientras nos sentábamos en un banco de la plaza y le convidábamos un mate cocido. Hacía un frío importante que sumado a su adicción al pegamento y ese estado de llanto desesperado la habían empezado a hacer tener un silbido en la respiración, cosa que nos preocupaba porque ya no tenía mas carga en el inhalador.

Nos contó que un policía le había sacado dos latas de pegamento que no eran de ella y que las tenía que devolver a los pibes que paraban con ella en la ranchada, su familia como los definió en nuestro primer encuentro. Mientras seguía llorando nos repetía una y otra vez que la iban a matar, nosotros tratábamos de tranquilizarla pero a cada uno de nuestros intentos nos respondía con un - No guacho! Vos no entendes, me van a matar! y seguía: "Esta policía de mierda, que me viene a joder! Si yo con lo unico que me drogo es con el jale (así le dicen a a inhalar pegamento), ya deje el paco, la merca, no me inyecto más! Necesito el jale, es lo unico que me mantiene tranquila!. En ese instante me estremecí por dentro. La gente mas grande que nos acompaña en este camino, nos enseña que tenemos que aprender a soltar las historias y a poner cierta distancia, para cuidarnos nosotros. Pero ante esa lista de adicciones y esa edad, me acorde de mi hermanita, la misma edad, me fue imposible no sentir una mixtura entre dolor y ternura por esta nena de tan solo 14 años. En todo este tiempo de recorrer Jesús me enseño que en cierta forma hay que poner el corazón y dejar que los demás nos lo estrujen un poco, para demostrar que estamos ahí al lado dispuestos a sufrir mientras compartimos el camino y volver mas humano el encuentro, entendiendo lo humano como algo divino.

La Enana seguía llorando y nosotros seguíamos mirándonos desconcertados. No sabíamos de que manera intervenir en esa situación. No podíamos comprar pegamento, era como avalarles el consumo a los chicos y meternos en un terreno eticamente escabroso, pero tampoco podíamos quedarnos de brazos cruzados. En el final de la charla apareció Lleca, una de las chicas de la ranchada, que le preguntó a la enana que le pasaba y cuando le contó lo sucedido, le dijo: Ah lloras porque tenes miedo que te hagan algo! 
 Lo que nos faltaba, le pedíamos una ayuda al cielo y nos caía esa sentencia de que a la peque le podía pasar algo. Ya sin ideas le pedimos a Lleca que la cuidara a la Peque y que si los pibes se ponían pesados que les pidieran un poco de tiempo y les dijimos que las esperabamos a las dos a la tarde en Caritas.

Por la tarde estuvimos esperando rato largo, tensa espera, hasta que casí al final apareció. Sana y salva. Entró por la puerta y nos dio un abrazo que nos enterneció, dentro de Caritas no tenía que hacerse la dura y se le escapó ese cariño que habíamos forjado entre todos. Estaba mas tranquila y eso nos tranquilizo y mientras la asistente social le preguntaba como nos conoció, ella contestó que la ayudamos a dejar la droga. Me tendría que haber enojado por semejante mentira, pero su sonrisa me dio ternura, porqué en verdad ella creía que había dejado la droga, parecía olvidarse de que anoche lloraba por su  jale perdido. Tenía un ataque de asma, así que le dimos un inhalador. Los pibes se habían tranquilizado y le habían dado tiempo para conseguir mas pegamento, sé que no suena a solución y no la és! pero al mal tiempo buena cara.

Después de ese episodio la Enana volvió a su casa en Zarate por un tiempo pero luego volvió al barrio. Seguimos charlando con ella y estas lagrimas relatadas no fueron las ultimas que compartimos y por más que se vuelve complicado convencerla para entrar dentro del circuito del BAP y que la droga sigue calando hondo en su cuerpo y en su asma, ese abrazo tan sincero siempre sigue estando. Es muy difícil acompañarla, tan chica, tanta droga pero esta es nuestra misión y nuestra esperanza esta puesta en lo alto.
Aunque a veces parezca que las calles no hablan de Dios, sabemos que el maestro no sigue guiando y nos ayuda a seguir en camino.
Les pedimos que recen por ella..

Ver y ser visto.



















¿Alguna vez sentiste que eras transparente? ¿Que tu cuerpo estaba ahí presente, que tu voz se oía fuerte y clara pero que nadie te miraba, nadie te oía?

A todos nos pasó sentirnos así alguna vez. No está bueno. En un momento de tanto que no te ven, de tanto que no te escuchan empezás a dudar si realmente estás ahí. Porque muchas veces es la mirada de los otros la que nos hace conscientes de nuestro yo. Y eso es normal, somos, después de todo, animales sociales; y es en relación a los demás que nos realizamos.

Pero ¿Qué pasa cuando los otros no te reconocen? cuando estás ahí, en medio de lo más público y abierto que es la calle, la avenida, pleno Cabildo y Juramento, rodeado de gente y nadie te ve, nadie se detiene a escucharte. O peor aún ¿que pasaría si todas las miradas que recibieras fueran miradas de recelo, actitudes defensivas, contestaciones esquivas? Podés llegar a creer que sos  digno de no ser visto, de no ser escuchado y, aun más, como alguien de quien la gente se debe alejar. Podés llegar a creer que sos algo (ya no alguien) tóxico: los otros te temen y vos (por qué no?) también les temés; lo único que los une es el miedo.

Un día el miedo le ganó la batalla al amor y pasé junto a un hombre que pedía limosna. Sin siquiera escuchar su pedido caminé rápido, evitando la sensación de vergüenza, mezclada con lástima,  que me invadía.  El miedo por mi seguridad, por mi bienestar, me impidió detenerme a escuchar, ver al otro y  permitir que él  a su vez me viera. Elegí ser ciega,  sorda,  muda a las palabras de aliento, suprimí todos mis sentidos; tuve miedo.

Media cuadra después me di cuenta de que había visto en ese hombre a alguien más;  había visto a  Jesús detrás de sus ojos y lo había ignorado, había huido de Él. Con vergüenza entonces, sintiéndome mínima ante ese Dios oculto, volví al encuentro. Y vi a un hombre como yo, solo (muchas veces) herido (también) pero a pesar de todo capaz de darme, en su pobreza, uno de los regalos más valiosos: su sonrisa. Y  sólo cuando nos miramos, y nos reconocimos, "rico" y "pobre" viendo que eran pobre y rico respectivamente, vivos, hijos del Cielo, iguales, amados, sólo entonces pude seguir mi camino; distinta ahora, con la certeza de que el amor nunca pierde, si creemos en Él.