domingo, 12 de enero de 2014

"No dejes que te roben la esperanza de creer en la gente"



Los trajines de las Navidad, corridas, ciudad, ciudad y ciudad... Por ahí venía yo, entre el tumulto, metido como todos, en las preocupaciones superficiales de una Navidad que debería ser tan profunda, que lo unico importante debería ser la posibilidad de volver a nacer, en la humildad.
Venía caminando a comprar los regalos navideños y me lo encuentro a José (desde que nos encontramos entro a un hogar, curo de a poco su pierna ulcerada, casi necrofíla , dejo la calle) sentado en su lugarcito de Belgrano, a veces pienso que es su lugar en el mundo. Me mira y me dice: "Ja hablando de Roma, vos apareces de todos lados". Enseguida me disparo la cabeza y me hizo pensar: que locura, uno camina por caminar y la vida te pone al servicio constantemente. Definitivamente no estaba en mis planes abrazarlo y sentarme a charlar, pero así tuvo que pasar.

Era la víspera a noche buena y el gordo no contagiaba eso que nosotros le decimos "espíritu navideño", básicamente él mismo me lo dijo- las fiestas son caretas, haces como que esta todo bien, pero después te apuñalan por la espalda-. Creo que ahí pude comprender, el porque de ese carácter tan cariñosamente arisco. Esa frase fue un catalizador para que José largara toda su angustia, su existencialismo navideño, sus criticas a la gente de la calle en los cuales no puede confiar, según él, su soledad, su familia que no sabe que vivió por más de 8 años en la calle y que peor aún, no sabe que José logro salir de la calle.

Solo atine a decirle: "No dejes que te roben la esperanza de creer en la gente" Le dí 20 pesos para que cargue su celular, llamé a su hija y le diga por lo menos un "hola", ni siquiera un "Feliz Navidad" como para no seguir diciendo palabras que no sentimos pero que por lo menos intentara romper esa coraza de varios kg que tiene.. Le dí un abrazo y partí.

Seguí mi camino, compré regalos, cena en familia, risas, brindis,.. 12.05 suena mi celular, atiendo y escucho: "Feliz Navidad amigo, gracias por todo" y me corta... Me separo de las risas de mi familia, veo la escena descolocado, creo que acabo de presenciar un milagro: Alguien vuelve a tener esperanza. 

¿Que más puedo pedir? Soy testigo de la esperanza, del milagro cotidiano.  Asombrado me recuesto en el sillón, lagrima de por medio, se me escapa una sonrisa, pura vida.

"Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad" (salmo 15)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Thalia.



Chiquitita, sonrisa dispareja pero genuina. No tendrá mas de 7 u 8 años pero anda sola por la calle. Siempre dice que esta con su hermano, que él la cuida, pero todos sabemos que el chino no es seguro ni para él mismo.

La otra noche antes de recorrer, la vimos tirarse entre unas cajas en la esquina, mientras esperaba que el semáforo cambiara a verde. Las diez y media de la noche y el frío, hacen que el día sea largo para una nena tan chica y esas cajas eran los sillones de su living. Cruzó Cabildo corriendo. Quiso asustarme por atrás pero ,pobrecita, no sabía que yo ya me había conmovido mirándola desde lejos.

Nos dimos un abrazo, de esos que completan o mejor dicho de esos que me motivan a seguir. Chiste va, chiste viene, la retamos porque era tarde. Nos dijo que se iba a la casa tipo 12 de la noche, que mañana iba al colegio, que siempre duerme 4 o 5 horas por día y después viene al barrio.

Se fue corriendo al subte a ver si estaba un amigo de ella. Me tiro un beso con la mano y me pregunte:
 ¿Ella en que parte del plan esta?¿Cuando me volverá a dar un abrazo?¿Hasta cuando durara la inocencia?

Las dudas, también son parte del caminar.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Un viernes a la noche.

Estás en el tren viendo pasar el hipódromo mientras un conocido de la parroquia te cuenta cuánta plata se hace cuidando coches a la salida de un boliche de Palermo. Te cuenta que lo hace como changa todos los viernes. Mismo conocido que, a la salida de misa, te contó que había un hombre tirado en Barrancas de Belgrano con el pie ulserado que pedía ayuda, pero que ya no estaba en el parque, sino donde duerme hace cuatro años, en un asiento de la estación de Retiro.

Escuchás a tu compinche de aventura a medias mientras pensás un poco en los planes que tenías para ese viernes a la noche y otro poco en el Espíritu que sopla dónde quiere y cuándo quiere. «El Hijo del Hombre no tiene donde reposar su cabeza», te susurra Jesús cada tanto al corazón. «Es verdad», le suspirás.

Llega el tren a destino y llegás vos a destino también. Caminás apresurado entre gente con mochilas y bolsos rezando por lo bajo la coraza de San Patricio y con la vista atornillada en el cartel de la terminal de Retiro que se acerca de a poco. Procurás no pasar ni de pillo ni de gil. Intentás parecer despreocupado, pero atento a la vez. Tu compañero parece tener experiencia en este tipo de cosas: mientras caminan, te cuenta un sinfín de anécdotas similares de amputados, linyeras y manteros. No sabés que después de esta aventura nocturna no vas a verlo nunca más.

Llegan al andén y ahí está a quién buscaban. Pesado y dolorido, pero inevitablemente acostumbrado al dolor de espaldas y al olor que desprende su pie luego de años de dormir sentado, te cuenta su historia. Y te muestra las úlseras, las llagas. Y te mira expectante.

Empezás a hablar sin parar en el afán de darte tiempo a reaccionar. Sentís el celular en el bolsillo listo para llamar a la ambulancia o al ciento-y-algo, sentís el Rosario y el escapulario haciendo presión contra el pecho que se infla y se desinfla agitado, cruzás miradas con un gendarme que te mira de lejos algo extrañado, al otro lado el conocido de la parroquia vuelve a repetir lo preocupado que están todos por las úlseras de aquel pie, el parlante no deja de anunciar ómnibus que llegan y que se van.

Pensás y pensás y llamás a la ambulancia, que llega quince minutos después. Pero te despachan a vos, a tu compañero y a tu nuevo compañero rengo, porque no hay nada que hacer en medio de una terminal con un pie que viene decayendo hace años. No es urgencia. «Es una urgencia social, en todo caso», te dicen, mientras ponen primera en la ambulancia y te despiden con deseos de buena suerte. Social, social. Urgencia social. Y sí. Claro que sí. Es el viernes a la noche más extraño de tu vida.

Vuelven caminando al andén. Comprás unos panchos y cenás en la terminal, haciendo planes de ir al Pirovano al lunes siguiente temprano, puntual. «Sí, más vale, a primera hora en Belgrano el lunes», te promete el dueño de casa, el rey de la terminal, que te despide mientras vos encarás para el tren con tu compañero y él para su trono de sala de espera. «Todo va a salir bien», te decís. Y, efectivamente, todo va a salir bien, pero en ese momento ni lo sabés ni te lo creés, y rumiás tus sentimientos con amargura.

Dos meses después, recordás todo esto. Pensás en el pié ulserado y en su dueño, que ahora están curados y duermen en una cama limpia, seca,horizontal y digna del hombre que es hijo de Dios. Ves la mano providente y amorosa de Dios, que tenía todo pensado desde hacía rato, ves el desánimo susurrado a la cabeza y el empuje susurrado al corazón aquél viernes, ves a tus amigos y a tu parroquia como herramientas de Dios y a Dios que no duda en desplegar y dirigir a sus peones, en enderezar y alisar caminos, en hablar con suavidad y autoridad.


Y empezás a entender, apenas y de soslayo, esto que dice San Pablo de no pertenecerse. Pero muy apenas, muy de soslayo.

jueves, 20 de junio de 2013

Desde el dolor, desde nosotros.


No nos es fácil mirar el dolor, tampoco no es fácil estar siempre junto al dolor. Hay veces que nosotros también venimos con el corazón muy golpeado, a veces nos duele el corazón porque los tiempos no nos permiten estar encima de todo, controlar todo, creer que con cada caso que nos encontramos en la calle tenemos una solución. Esta misión tiene muchos golpes, el mayor de todos creo que es el golpe hacía nuestro ego, ahí es cuando nos damos cuenta que esta tarea no nos pertenece, no es nuestra. Nosotros caminamos, escuchamos, rezamos, acompañamos, ponemos el cuerpo o mejor dicho, entregamos el cuerpo para que sea el engranaje de algo mucho más grande. Ahí comienza otro trabajo para nosotros, sabernos pequeños pero importantes. No vamos por la calle defendiendo a Dios, sabemos que Dios defiende al que sufre y él se encarga de mostrarnos los signos para seguir a pesar de los vientos.


Hay veces que nos angustiamos como cuando un cartonero que duerme en las Barrancas, nos toma la mano con fuerza y mientras reza pidiendo perdón por todo lo que lo trajo hasta ahí, llora desconsoladamente. Alguna que otra vez nos desconsolamos cuando vemos a alguien que se venía levantando del suelo, de estar sentado con la mano extendida, vuelve a caer. Otras nos asustamos, pero esas mejor no recordarlas, solamente confiar. Otras veces, me emociono, cuando nos veo (cuando los veo chicos) preocupándose por el otro, esperando para acompañar a José al Hospital o deseando salir a recorrer para buscar a alguien en especial ¿Como no emocionarse con su entrega?

Ya lo dije, no es fácil mirar el dolor del otro. No solo nos enfrenta con nuestras penas, nuestros complejos, es literalmente repugnante ese dolor. Es literalmente repugnante mirar a los chicos abrazados al poxipol, una familia con todos los hijos durmiendo sobre unas frazadas que apenas, protegen del  frió del suelo. No hay nada de agradable en mirar el dolor, pero ese es nuestro norte.
Hace unos días me encontré por María por la calle, una viejita divina, medio loquita pero que en su locura dijo algo que me dejo pensando: "Yo había escuchado hablar tanto de la discriminación, pero recién ahora que estoy en la calle, estoy viviendo en carne propia lo que es la discriminación". Creo que no me dejo pensando, me dolió. Pero me hizo acordar a cual era nuestro norte. Hacer la del buen samaritano, bajarnos del caballo, estrechar las manos y compartir la vida. Ser como el buen samaritano que cura heridas, que pone el hombro para cargar.

En un mundo donde se escapa del dolor, donde se banaliza el mal, donde todo es ya y ahora, Donde algunos dicen que Dios a ha muerto, nosotros queremos bajarnos del caballo y que el encuentro sea eterno. Buscar la divinidad en esos recovecos de la civilización, confiados en que esta allí,

En estos días de frió, fíjate si te podes bajar del caballo, es el primer paso.





miércoles, 10 de abril de 2013

EL VAGABUNDO-MAESTRO ZEN

“Vos escribiste alguna vez un diario, con toda tu vida?  Ahí no podés mentir, no podés dejar nada afuera” me dice “tenés que decir toda la verdad.  Aunque no te guste” termina.
Y así, en dos frases, me resume las razones por las cuales me cuesta tanto que esto (la escritura, la vida) pase.
Y así, en dos frases, yo le cuento, aunque nunca lo había visto antes. Le hablo a los ojos, hacia adentro de esos ojos que no temen mirarme. Lo miro mientras pienso que yo a mí misma no me puedo mirar, mucho menos leer.
Me da su cuaderno recién empezado, escrito en imprenta, super prolija, cada letra a la misma altura de la otra. Lo pienso ahí, en el banco de alguna plaza, todo volcado sobre el cuaderno, concentrado sólo en eso: las letras, antes que las palabras, la respiración y los trazos. Lo veo como un vagabundo -maestro zen de caligrafía, orando en plena Barrancas de Belgrano.
Él me ofrece su historia, me invita a formar parte de ella,  así que yo también escribo en su cuaderno.
Al lado de las suyas mis palabras parecen que se escaparan.  Mi letra toda deforme y movediza, rápida y poco paciente. Sin raíces. Sin base. Sin altura. Sin cuerpo. Disolviéndose en el reglón, muriéndose hacia la derecha.
Comparo las escrituras (claro que las comparo!)
En una página leo su vida, simple, un haiku lleno de sabiduría. Miro y veo dedicación, entrega, paciencia, serenidad. Veo amor, pero sobre todo, veo fe!
En la otra veo, bueno… me veo. “Capaz que no entendés mi letra” digo. Capaz que no quiero que me entienda. Ni él, ni nadie, ni siquiera ahora.
Nos despedimos. “Tenés mucho que enseñarnos” le digo; pero sólo porque no me animo a decirle lo que realmente siento: “Gracias Francisco. Por favor, enseñame.  Enseñame a escribir.”

lunes, 25 de marzo de 2013

Ya nos trajiste un regalo Francisco.



La tarde había sido una locura. La parroquia desbordaba de alegría porque aquel que ahora es Papa, caminaba nuestras calles y solía estar a nuestro lado en la tarea. Así como desbordaba de alegría, desbordaba de gente con necesidades, mamas de la pobreza con sus hijos de un mes, 6 meses o un año.
Cerca de las 5 de la tarde apareció una chica con sus changuita de 6 meses en brazos viniendo a pedir ropa y contándome que no habían podido pagar más el alquiler y ahora dormían en la calle: su marido, sus 3 nenes y ella. Le expliqué si quería que llamáramos al gobierno de la ciudad para ver si podían ofrecernos un hogar, la villa 31 no me parecía un lugar agradable para que esa bebe de 6 meses y los otros nenes durmieran en los pasillos. Me dijo que no sabía que era cuestión de días para que una señora le prestara un lugarcito para dormir, le dije entonces que volviera el miercoles que viene que lamentablemente ese día ya no dábamos abasto... Cuando me iba, vi a toda la familia sentada en las escaleras, les volví a preguntar si querían que llamara y esta vez me dijeron que sí. Les dije entonces que me esperaran dos horas, tenía que cargar el celular y hacer unas llamadas.

Bastaron 10 minutos de teléfono y ya habíamos arreglado todo con el gobierno de la ciudad para mandar un móvil y ver que propuesta se les podía hacer. Basto solo un mensajito al grupo para que ya nos hiciéramos presentes 4 de nosotros en la parroquia. Pero cuando llegamos no estaban más, se habían ido hacía 10 minutos por el frío. Locos como somos, nos fuimos a buscarlos por el barrio, confiando mas en el espíritu que nos guía que en la razón, porque en términos lógicos era imposible casi que los llegáramos a encontrar.

Nos cansamos de buscarlo y desistimos. Lo que parecía un buen plan, bueno quedo en eso, un plan. La gente salía de misa y nos quedamos ahí un ratito sentados en las escaleras, mientras otros festejaban en la Catedral. Después de un rato decidimos arrancar.
 Con la cabeza gacha y mirando para abajo, veníamos por Cabildo yendo a buscar algo para comer juntos, no habíamos podido digerir la noticia, que asombraba a todos, de que un argentino había llegado a ser Papa; y en eso, pasando por uno de esos lugares de comida rápida, Jay pega un grito y se tira a abrazar a uno. Cuando mire bien era  Largo, uno de los chicos que andaba por el barrio pero que hacía rato no veíamos. Estaba todo limpio, junto a toda su familia, cuando en realidad solíamos verlo todo sucio y Jalando sin parar (como olvidarme del día que lo agarramos con una lata de 5 litros de pegamento, casi tan alta como él) en el medio de la ranchada. Mientras nos abrazábamos entre los 3, hermanados en nuestras cruces, hermanos en quien nos amo hasta el fin,  nos dijo: "Desde ese día que charlamos yo me fui para casa, no volví más a la calle".  Ahí me acordé que la ultima vez que lo habíamos visto fue adentro de Caritas, charlando, compartiendo una coca y la vida. Cuando nos dijo eso nos quedamos sorprendidos, solo atine a pegarle una cachetada cariñosa y a decirle : "Sos un milagro Guacho". La miramos a la mamá, que no entendía porqué dos locos abrazaban a su hijo y la felicitamos por su chango, que ya no tenía ni la mirada perdida, ni emanaba olor a poxi.
Nosotros seguimos nuestro camino, callados y sorprendidos y él siguió el suyo con toda su familia que se ve  había venido a buscar comida al barrio. Demasiados signos para un día y hoy leyendo el diario del Lunes me encuentro con esta frase de Francisco en este Domingo de Ramos:
"No se dejen robar la esperanza que nos da Jesús, no sean nunca hombres y mujeres tristes; un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo"

Gracias por tantos regalos compartidos.
 

viernes, 8 de febrero de 2013

Titi

- Eh! Guacho ¿Vos no sos de Caritas? ¿Por qué si vos sos de Caritas no se cruzan a la plaza y dan toda la ropa que tienen a los pibes?
- Vos sos Tití ¿no?
- Sí
- Bueno mirá Tití, si yo te doy la ropa y me tomo el palo y te dejo ahí tirado como siempre jalando ¿Me estoy preocupando en serio por vos?
- (la duda un rato) Mmm No.
- Bueno entonces, contame ¿Que onda tu vida?
- Y mi vida es una mierda, una re mierda. Me peleé con mi mujer, vivo en la calle. No veo a mis hijos..
Así empezamos..
Títi tiene mas o menos 23 años. Lo conocimos esa noche en la plaza, estaban todos los pibes reunidos ahí  fasito va, fasito viene. Se quedo charlando con Pablo (uno de los chicos del grupo), mientras yo charlaba con la Peque que lloraba a uno de los pibes que murió en la suya. Así que esa parte de la charla, me la perdí.
 Después de dos meses, apareció una tarde por Caritas. Le conté que lo habíamos estado buscando pero que no lo habíamos encontrado en la vías del tren, como nos había dicho que era donde dormía.
Llego con uno de sus hijos, Rodrigo de 4 años, enano terrible e inquieto pero picaron y mimoso como él solo. Empezamos a charlar, mate de por medio, me contó que nos había hecho caso y que había vuelto a la casa con su mujer y sus hijos. Me contó de los días de lluvia en familia, de su mujer y de sus hijos en la cama resguardándose de la lluvia. Era la sonrisa de un nene, de un nene disfrutando de sus hijos. Esa misma tarde se sumo a la charla Marta Knox (idola, genia), Trabajadora social de la parroquia. Ella fue la que tuvo la idea al ver que él tenía un terrenito donde construir, al lado de la casa del abuelo de su mujer, de que fuera a un Corralón (dicese de lugar donde se compran cosas para la construcción, precaria) y averiguara un presupuesto. Era nuestra forma de ver que tanto el estaba dispuesto a hacerse cargo de su familia y de él. Confieso que dude. Yo ví cuando me contaba de sus hijos y de su mujer (mas grande que él) la sonrisa de un nene, ingenua y real, real pero ingenua. No iba a ser un camino fácil. Para esto ya era como Abril del 2012.
 A las dos semanas llego con un presupuesto, envalentonado, creyendo que todo era muy facil. Lo tuvimos que bajar un poco de las nubes. Lo estábamos probando y la realidad es que la prueba iba a ser larga.
 Las visitas a Caritas era periodicas, venía cada 15 días mas o menos.
  De a poco fue dejando la calle, venía a buscarnos para llorar. Extrañaba su Rosario que ya no quedaba tan cerca, su familia. Se daba cuenta que era un pibe de 23 años que de pronto ya era papá de 3 pibes. Empezamos a descubrir que la calle era su refugio, que se escapaba de la casa y entraba a caminar, cuando se daba cuenta ya estaba borracho o drogado. Fueron charlas duras, tristes, solo podíamos mirarlo y acompañarlo en el dolor. Tuvimos que retarlo muchas veces porque nos contaban que lo veían pidiendo en las escaleras de la parroquia con uno de sus nenes. No lo retábamos por pedir, lo retábamos por traer a los nenes, siempre se lo aclaramos: "a los nenes los queremos ver en el jardín, no acá pidiendo con vos". Ni vale aclarar de que la idea era conseguir un trabajo y no seguir en el terreno de la limosna.
Después desapareció como por un mes. Había caído en cana, según él porque estaba en la esquina con sus amigos que son mala junta, pero que él no había hecho nada. Otra vez, retarlo, decirle que piense en sus hijos, estaba fallando y si fallaba una vez más, lo íbamos a tener que ir a visitar , adentro entre cuatro paredes.
  Las visitas siguieron, fuimos de a poco viendo que se estaba encarrilando, que ya se había encargado de levantar su casa y que solo necesitaba ayuda para termina con el techo.
Nos mandamos un día con Jay a la casa. Mapa improvisado en una hoja que nos decía que cuando vieramos un Coto nos teníamos que bajar. Terminamos en San Fernando, perdidos en un barrio humilde, yendo y viniendo de una casa a la otra porque lo números estaban mal puestos. La gente ya nos miraba mal y nosotros preguntando por Titi que según él era re famoso en el barrio, pero nadie lo conocía. Al fin encontramos la casa y conocimos lo que había levantado, fruto de sus manos, pensar que hacía 6 meses el dormía en la calle y su mujer en la casa del abuelo. Nos emociono ver su avance. También nos emociono, ver que en esa cama de una plaza y media dormían 6 personas y que el techo, estaba agujereado por todos lados por la chapa corroída y que la habitación era de 2 por 3 metros. Decidimos que ya era hora de acelerar los plazos de la ayuda.
Nos pusimos en campaña, vino con toda la familia a Caritas un día, para que Leo, la psicóloga  pudiera evaluar ciertas cosas. Marta nos dio el visto bueno y ya estaba todo en camino. En esto quiero resaltar a todo el equipo de Caritas. No solo nosotros como grupo calle, todas las señoras que trabajan ahí se interesaron y preocuparon por Titi y su familia, con amor, con entrega y servicio.
Hoy Titi, ya 2013, en vez de poner el techo, siguió construyendo para arriba, para que pudieran estar mas cómodos sus hijos. Ya no anda por la calle o por lo menos por el barrio. Hace changas, la pelea, no es facíl, todos sabemos que no es fácil  pero se puede. Sigue con su mujer y hoy 3 de  nosotros y otras integrantes de Caritas somos padrinos de Bautismo de sus 4 hijos. Tuve la gracia de ser padrino de Rodri y Kiara.

  Falla, como cualquiera falla. Pero de una charla en una plaza, de la situación de calle a vivir de nuevo bajo un techo y tener un trabajo, quiere decir que hay un gran logro por parte suya. Nosotros solo somos banquitos donde se apoyo para llegar alto y poder agarrar algo de la alacena, como hace un nene.
Nosotros somos meros instrumentos, estas son cosas de Dios.